Durante las últimas semanas, me subí al autobús casi a diario con un par de libros de José Carlos Rosales en el maletín funcionarial. Si en la radio, siempre a todo volumen, una locutora me invitaba a ir al médico para que me tocasen la… próstata, yo abría El buzo incorregible y leía: “El enfermo examina su tiempo con desgana”; y paladeando ese verso, llegaba vivo al trabajo [...].
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