miércoles, 18 de diciembre de 2019

83.- Una escultura de Giacometti con tres poemas de "El pensamiento sigue"


De Alberto Giacometti, El hombre que camina (Ver más)


PASOS EN LA ARENA

Recuerdas los caminos que quedaron
atrás. Aunque pudieras no podrías
volver a recorrerlos: se han borrado
y, al girar la cabeza, no ves nada,
en la arena no hay nada de tus pasos.

Recuerdas los caminos que no existen
y lamentas haberlos recordado:
esperarás sin ganas a que el viento
también borre las huellas de esa pérdida
que vuelve sin que vuelva lo perdido.

Recuerdas los caminos imposibles
y te olvidas de ver el horizonte
que, delante de ti, parece vivo.

(De El desierto, la arena, 2006)


NO FINGIR


Se desgajó del grupo, siguió andando,
aunque luego, más tarde, se detuvo,
miró el cielo: no supo dónde estaba.

Se desgajó del grupo con la idea
de llegar a otro sitio, no estar solo,
frente al engaño solo, no fingir,
no traficar con mapas o mentiras.

Se desgajó del grupo y ahora vive
al margen del camino, sigue andando
de un sitio para otro: si no avanza,
tampoco retrocede.

(De Y el aire de los mapas, 2014)


DISTRAÍDO

Llegó sin darse cuenta que llegaba
y anduvo distraído, buscó espacios
donde pasar la noche, al otro día
seguir, hacer balance, sumar fuerzas.

Llegó sin darse cuenta y miró el sitio
y no pudo saber dónde se hallaba,
el nombre del lugar, algún camino,
ningún mapa resultó fiable.

Llegó sin darse cuenta que llegaba
y estuvo merodeando algunos días:
nunca supo qué hacer, a dónde ir,
y se fue sin saber que estaba yéndose.

(De Y el aire de los mapas, 2014)



De Alberto Giacometti, El hombre que camina  (Ver más)

(Para saber másmás)


viernes, 13 de diciembre de 2019

82.- Palabras de Luis Muñoz sobre "El precio de los días".

"[...] El desánimo, la maquinaria torpe de las horas y las visiones superpuestas a modo de transparencias sobre visiones comunes constituyen el material de fondo de El precio de los días. El golpe de unas bolas de billar, el horizonte móvil del pasado, o una avioneta que rasga el cielo de una mañana de agosto, se convierten en ocasiones privilegiadas para meditar un sentido último, la ficción de un comienzo o el sesgo inesperado de una fecha sin importancia [...] 




Diario 16, Suplemento Cultural (5 de marzo de 1992)




martes, 18 de junio de 2019

martes, 21 de mayo de 2019

76.- Palabras de Mariano Maresca sobre "Miedo rentable".



Mariano Maresca y José Carlos Rosales (Granada, 24 de mayo de 2004)
     
     Durante el invierno del año 2004, Miguel Ángel Arcas me ofreció publicar en la editorial Cuadernos del Vigía. Aquella invitación sirvió para que salieran a la luz algunos poemas del libro en el que estaba trabajando por aquellas fechas. Los agrupé bajo el título de uno de ellos, Miedo rentable; un título que luego daría nombre a una de las secciones de El desierto, la arena (Vandalia, Sevilla, 2006). Finalmente, aquel cuaderno de Miedo rentable (Cuadernos del Vigía, Granada, 2004) se presentó, de la mano de Mariano Maresca, el 24 de mayo de 2004, en la Huerta de San Vicente (Granada). Más tarde las palabras de aquella presentación ("Virtud del que dice miedo") se publicaron en la recopilación Argumentos morales (Mariano Maresca, colección La Isleta del Moro, Asociación Cultural del Diente de Oro, Granada, 2004; págs. 43-60). 













Mariano Maresca y José Carlos Rosales (Granada, 24 de mayo de 2004)



viernes, 22 de marzo de 2019

74.- Palabras de Luis Martínez Drake sobre "El buzo incorregible".

   
     [...] Estábamos -digo- los mayores en nuestro establecido páramo cultural, dando formas convencionales a lo inevitable, cuando, de una forma quizás demasiado tímida, aparece un mínimo libro [El buzo incorregible] con una voz nueva desolada, deshaciendo la posibilidad de la lectura conforme y poniendo sobre el tapete un montón de problemas antiguos que yo creía olvidados o superados o, al menos, en los que yo ya no tenía ganas de hurgar. Aquellos problemas o habían dejado, pensaba yo, de serlo, o hacía tiempo que se nos presentaban como psuedoproblemas, cargados como estaban de excesivo artificio ideológico en el contexto de una pseudocultura inaguantable por mimética.
    Pero, a destiempo, reaparece la interioridad cargada de tristeza desolada en un contexto absolutamente impropio: en un inmenso paisaje sin figuras. La desolación, que presentíamos a la vuelta de la esquina, pero que, mal o bien, disimulábamos, nos da de pronto en la cara, disolviéndose estéticamente entre las cosas, los meses y los climas, dejándonos al desnudo.
     El planteamiento es inoportuno, pero su inoportunidad precisamente nos pone otra vez (y parecía que esto se había acabado) frente al viscoso tema del Yo autónomo capaz de volverse críticamente contra sí mismo y romper su ilusoria perplejidad.
     Se disuelve la tristeza entre las cosas, a través de su dañada y alienada configuración, dado que este Yo restablecido ya no puede hablar de manera inmediata, ya no cree en "omnipotencia del pensamiento" de la que hablaba Freud, pero puede causar, y esto es lo que, a mi juicio, se está haciendo a lo largo del libro, su fracaso como Yo, impedido de su emancipación por las relaciones de producción, como se decía antiguamente, que vaya usted a saber por qué el autor, en algún momento de su historia pensó que iban a ser superadas. De ahí la desolación y el paisaje gris y sin figuras del mes de octubre, en el que "ni siquiera un motín rememora esos días".
    Porque no es la tristeza lo que transmite el poema, a pesar de que es realmente triste. Esta es demasiado obvia. Lo que se transmite es "la expresión de lo que no tiene expresión, el llanto al que le faltan las lágrimas", en palabras de Adorno. Y recordemos que Eliot advertía que "si la poesía es una forma de comunicación, lo que comunica es el poema mismo". [...]

(Luis Martínez Drake, "Estábamos tranquilos los mayores...", Granada 2000, 4 de diciembre de 1988, pág. 41)