miércoles, 10 de abril de 2024

112.- Reseña crítica de Juan Carlos Sierra en Estado Crítico [13].

Simbología y política
Juan Carlos Sierra



      Hace muchos años (y creo que esto ya lo he escrito antes en algún lado -creo, por tanto, que debería intentar repetirme menos-), le escuché decir a Luis Muñoz en unas jornadas otoñales de poesía que organizaba la UNED de Melilla que hay fundamentalmente dos maneras de escribir un poemario; a saber: por acumulación o por avenida, si se me permite un símil hidráulico que tan a propósito puede venir al hablar del libro que nos ocupará en esta reseña, Alguien lleva una piedra escondida en la ropa, de José Carlos Rosales (Granada, 1952). Me explico. Existen, por un lado, los libros que se van haciendo por acopio o por lluvia diseminada de poemas sueltos escritos a lo largo de un tiempo más o menos dilatado, y que luego van encontrando una coherencia (o eso nos quiere hacer pensar el poeta) en un libro de poemas unitario (o eso sigue intentando el poeta que asumamos los lectores); en el otro extremo, estarían los que surgen por avenida, es decir, por una suerte de crecida en la imaginación, en el intelecto, en el alma (o donde quiera que comience la creación en un poeta), desborda los intereses e inquietudes del creador, los focaliza en un punto y, una vez que baja un poco el nivel de las aguas creativas -o no necesariamente-, este se pone a escribir en torno a dicha pulsión, de donde surgirá con el tiempo un libro de poemas cuya coherencia (o eso nos quiere hacer pensar el poeta) se encuentra precisamente en esa avenida primera. En cualquier caso, sea por acopio o por aluvión, el tiempo y los poemas dirán en qué queda todo lo pergeñado.
     A la última estirpe de las descritas responden los poemarios más recientes de José Carlos Rosales, Si quisieras podrías levantarte y volar (a la sazón, Premio Estado Crítico de Poesía 2017) y el mencionado más arriba Alguien lleva una piedra escondida en la ropa, ambos publicados por Bartleby. En estos dos libros, fieles a su naturaleza de aluvión, existe todo un universo narrativo y lírico bien trabajado, bien medido, coherente, íntegro e integral, orgánico,… que intentaremos analizar en los siguientes párrafos, pero solo a propósito del segundo poemario, ya que el primero tuvimos oportunidad de tratarlo en estas páginas hace ya siete años (https://www.criticoestado.es/verdadera-tristeza/). Vaya por delante, no obstante, una advertencia antes de avanzar más en Alguien lleva una piedra escondida en la ropa: su universo lírico es tan rico que, para no quitarle su sitio al lector, nos limitaremos a señalar solo aquello que nos parece más destacado.
     En primer lugar, quizá lo que inmediatamente salta a la vista lectora, ya desde el primer poema ‘Pies de vidrio’, es su estructura narrativa. Y es que José Carlos Rosales, como si estuviera construyendo una novela en verso, va narrando historias cruzadas de personajes sin nombre: los que esperan entre la desesperación y la resignación en la parada del autobús, los miembros arquetípicos de una familia también arquetípica -Padre, Madre, Hermano Mayor,…- y las historias de un personaje inesperado, sorprendente, poliédrico: esa piedra que alguien lleva escondida en la ropa. Todos estos elementos se conjugan con un ambiente opresivo, húmedo, pegajoso, gris, destructor, que es la lluvia que todo lo empapa y lo condiciona –’Dictadura húmeda’- en la mayor parte de los poemas del libro.