martes, 6 de diciembre de 2016

48.- Tres poemas sobre la huida.




TREINTA Y UNO DE MAYO, MARTES

Es fácil tropezar cuando se huye
camuflado en la bruma inacabable
de una vida sin vuelo ni rizada.

Es fácil tropezar y no apreciarlo
hasta un tiempo después: como la herida
que, de un golpe sutil bajo la ropa,
sangra sin que se note hasta que alcanza
a manchar en silencio la camisa.

De ese modo tropieza aquel que huye:
con la mirada atrás, sin hacer ruido.

[De El precio de los días, Sevilla, 1991]


LA INOCENCIA DEL MIEDO

Parecerás culpable cuando dudes,
cuando cierres los ojos, o no mires.

Parecerás culpable cuando corras
por las calles en medio del bullicio;
si te escondes temblando en la cuneta,
si tropiezas y caes, si te desmayas.

Nadie dará su mano a los caídos
cuando sean inocentes, cuando busquen
tranquilidad, distancia, desafío:
parecerán culpables cuando huyan.

[De El desierto, la arena, Sevilla, 2006]



SITUACIÓN CASUAL 

Esta mañana el cielo estaba sucio,
con poca luz, cerrado, y era invierno,
otra vez era invierno, volvió el frío
con su inútil retórica de niebla,
silencio o lejanía. Cada pájaro,
sorprendido, aguardaba no se sabe
qué giro o cambio, trasladarse lejos,
que el aire turbio se volviera limpio,
que se llevara el viento tanto daño.

Esta mañana el cielo estaba sucio,
todos sobrellevaban su mutismo
y nadie trajo un ápice de luz o de sosiego:
sólo nubes paralizadas,
pájaros invisibles imaginando huidas.

[De Y el aire de los mapas, Sevilla, 2014]



Imágenes de José Carlos Rosales (Granada, noviembre de 2016)


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